Canciones Buenas #47: Get ready for love
La sensación con la que me quedo, al final, es de confusión. Perdí la cuenta de la cantidad de veces en que me vi perdido, sin ese par de ideas que pensaba maduras, adultas, que me arrimaban con velocidad y me alejaban del desasosiego. También me pasó, y a todos de una u otra forma supongo, que otras ideas viejas, que creíamos un poco adolescentes y definitivamente parte de un pasado distante volvían a materializarse, incómodas y sin aviso. La mescolanza promiscua entre ese desconcierto y la ilusión, entre los principios que sostienen esta adultez y la esperanza juvenil y naive, todo combinado, como un resumen confuso -era que no- del año 2019.
Este año dejé la radio, leí bastante -al menos para mis estándares-, y re-descubrí que el jazz se escucha mejor con volumen impropio. Aprendí a meditar. Dormí siesta. También he sido feliz.
La música me abandonó un rato. Para qué negarlo. En las películas, la acción revolucionaria siempre la empujan riffs de guitarras, tres acordes y percusiones aceleradas. Pero ha habido momentos en que no hubo banda sonora. En que cierta música nueva así paf, de repente, no tenía demasiado sentido. Uno tras otro los discos se me acumularon, acumularon polvo en forma de bits. Hang the diyei.
Curiosamente, fue por escrito donde encontré más humanidad. Donde pillé claves para mejor navegar con el viento a veces en contra. Leyendo semanalmente a Nick Cave, hablando del duelo, del miedo al fin del mundo o de cómo perdonar a quienes no merecen perdón.
Even the attempt to move toward forgiveness allows us the opportunity to touch the borders of grace. To try is an act of resistance against the forces of malevolence – a form of defiant grace.
Que tengan un excelente 2020. Que haya más cariño, más amigos, más empatía con el otro y más música.
Ah, y una nueva Constitución.